27 ene 2012

RECUPERACIÓN PLAZA DEL TEMPLO DE DIANA. JOSÉ Mª SÁNCHEZ GARCÍA





El Templo de Diana ocupa una zona privilegiada en el centro de Mérida. Situado en las traseras de la Calle Santa Eulalia; centro neurálgico comercial de la ciudad y cercano a la zona más turística; compuesta por el Foro, el Anfiteatro y el Museo de Arte Romano.
Sin embargo, desde su rehabilitación el edificio sólo se podía ver desde la calle Santa Catalina. Con la intervención en su entorno y la creación de la plaza, José Mª Sánchez García consigue recuperar un espacio olvidado que actualmente supone el disfrute tanto de ciudadanos como de turistas. Además, devuelve al Templo la grandiosidad que había perdido debido a la imagen que ofrecían las medianeras de los edificios colindantes.





La intervención fija sus objetivos en dejar que todo fluya alrededor del Templo, recuperando la idea de plaza romana como lugar de reunión y centro de comercio. Para ello una gran plataforma en forma de L rodea perimetralmente el solar, alejándose lo más posible de edificio para dejar una zona de paso que constituye la plaza y respeta las trazas del área sacra romana: el Templo, los estanques laterales, el criptopórtico y el muro romano.


Esta plataforma se sitúa al mismo nivel que el basamento del propio Templo, de manera que ofrece al visitante un enfoque diferente del edificio. Además, el hecho de elevar la plataforma crea una sombra en planta baja, al mismo nivel que la calle, que invita a pasar y descansar volviendo a la idea de plaza romana. En planta primera cajas voladas se adhieren a la trama urbana y crean unos patios interiores; de esta forma, la unión con la ciudad queda resuelta. Para sostener estas cajas un muro perimetral de hormigón remata esta unión, de manera que parece que las trazas del nuevo edificio hubieran estado siempre en ese lugar.

Con un único trazo ordena y genera el espacio. La forma en U se repliega a las medianeras invitando a entrar en el lugar, además, el pavimento refuerza esta idea.
La unión de lo nuevo y lo antiguo se hace de manera cuidada, siguiendo la idea de todo el proyecto. Para eso se emplea el hormigón blanco, imitando el color del basamento del Templo, en el nuevo edificio y el granito descompuesto en el solado. La unión con la calle se realiza con placas de granito de gran dimensión imitando a las de la plaza original.


Los escalones a modo de gradas colindantes con la calle Santa Catalina, ofrecen otra perspectiva del Templo y nuevamente invitan a sentarse y observar el edificio romano.

Otro elemento importante en la intervención es la iluminación. Con los patios y aperturas (escaleras, rampas, etc.) aporta iluminación natural a la planta baja de la plataforma por el día y se crea un juego de luces y sombras.


El arquitecto consigue que el nuevo edificio dialogue tanto con el templo como con la ciudad. Por el contrario de lo que sucede en muchas intervenciones, consigue que el edificio romano tenga más protagonismo que el nuevo edificio e incluso, consigue que los edificios desaparezcan para poder disfrutar del espacio público. Esta situación, sin embargo, no le resta valor al nuevo edificio, su arquitectura austera es la pieza clave para lograr que este espacio consiga atraer al visitante.



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